Por: Juan Sebastián Hernández.
Magister en Administración Financiera (MAF) PRIME Business School Universidad Sergio Arboleda.
Cuando oímos hablar del cambio climático, siempre pensamos en los efectos que éste genera a nivel meteorológico, más específicamente sobre nuestro país en la agricultura, el ganado, la infraestructura vial o los desastres naturales que va dejando a su paso. Esta es una visión correcta, aunque de poco alcance sobre lo que realmente significa el cambio climático y sus principales variables, como los gases de efecto invernadero y su respectivo calentamiento global.
De acuerdo con la encuesta realizada por el Foro Económico Mundial, el cambio climático y sus efectos son la principal amenaza global en el mediano y largo plazo, el mundo ha tratado de hacerle frente a esta problemática desde el protocolo de Kioto, la convención de Rio, el acuerdo de París y la más reciente COP 26 en Glasgow. Todas estas conferencias y cumbres han hecho grandes esfuerzos por encontrar maneras adecuadas de comprometer a los gobiernos y sus economías a ser más responsables con los efectos en el clima. Por más evidente que sean los impactos asociados al cambio climático, nos resistimos a entender cómo funciona, como lo estamos afectando y de qué manera nuestro país va a sufrir sus consecuencias.
Como es de esperarse, Colombia es una nación históricamente afectada por desastres naturales, sobre todo en los periodos de sequía y de lluvia extrema ocasionados por los fenómenos del niño y la niña. Año tras año vemos en noticieros ríos fuera de sus cauces, vías destruidas por derrumbes, municipios inundados hasta el cuello, y recientemente huracanes. Este tipo de eventos pueden tener un contexto netamente ambiental, pero la realidad es que también afectan al sistema financiero y traen consigo nuevos riesgos asociados al cambio climático (RACC), los cuales deben ser tenidos en cuentas dentro de las nuevas regulaciones financieras y en los sistemas de administración de riesgos de las entidades financieras.
De acuerdo con el documento de la Superintendencia Financiera de Colombia y el Banco Mundial “Colombia: Un realismo no tan mágico”, el sistema financiero del país tiene una alta exposición a los riesgos asociados al cambio climático, en donde, se pueden identificar canales de transmisión de los riesgos climáticos a la economía, hogares, empresas y por ende al sistema financiero, todo como una bomba de tiempo o una bola de nieve. Según un estudio de la Naciones Unidas y la Tercera Comunicación Nacional sobre Cambio Climático que realizó el IDEAM, nuestro país es una de las naciones con mayor grado de vulnerabilidad a los efectos del cambio climático, esto debido a las condiciones geográficas, los grandes nacimientos de agua, la desordenada densificación del campo, la deforestación, minería ilegal, acumulación privada de tierras, taponamiento de los acueductos por mal manejo de las basuras, entre otros. Todos estos efectos llevan a que la cartera del sistema financiero, que se encuentra en los territorios con una mayor probabilidad de desastre, este altamente expuesta a las consecuencias de impago de créditos en dichos territorios, lo que a su vez afectara directamente los indicadores de vencimiento y calidad de cartera, lo cual llevaría a un aumento en el aprovisionamiento de las entidades de crédito, restringiendo la liquidez y llevando a tomar fuertes medidas para evitar el riesgo de contagio en todo el sistema. El sector asegurador, por su parte, también tendría una alta afectación en el aumento de siniestros reflejado en el riesgo de suscripción, por ende, las compañías aseguradoras empezarían a pagar más indemnizaciones, lo que a su vez elevaría la primas a niveles imposibles de pagar para el mercado.
Por si fuera poco, Colombia y el mundo enfrentan el reto político de hacer realidad los compromisos adquiridos en las instancias internacionales, los cuales están enfocados en optimizar la matriz energética de cada uno de los países y promover la descarbonización de la economía en el plazo determinado; para el caso colombiano, en 2030 se debe completar la neutralidad de carbono para el 51% de la economía nacional. En este sentido, veremos cambios marcados por la incorporación de nuevas tecnologías energéticas y el surgimiento de modelos de negocio enfocados en optimizar la capacidad de generación de energía, en donde, los combustibles fósiles jueguen un papel cada vez menor.
Son tiempos de cambio, en donde el reloj esta en cuenta regresiva, después de todo, de acuerdo a los últimos estudios del Panel Intergubernamental de Cambio Climático, tenemos que concentrarnos en hacer los cambios necesarios lo más pronto posible, ya que de seguir con esta tendencia para el 2030 los efectos del cambio climático serán irreversibles y los esfuerzos que se hagan no podrán contener los impactos devastadores para la economía y la humanidad. Es momento de movilizar capital del sistema financiero hacia proyectos e instrumentos financieros Verdes, Sociales, Sostenibles y de Transición. Los bancos centrales y supervisores deben actuar como ejemplo de responsabilidad ambiental y dar directrices con el objetivo que el sistema financiero conozca, implemente y confié en este tipo de alternativas de inversión, en tal sentido un paso importante se dio a principio del mes de abril de 2022 con el lanzamiento de la Taxonomía verde para Colombia, con esta reglamentación se abre el camino para que bancos, inversionistas locales y externos, fondos de pensión e inversión, entidades del estado y demás actores económicos tengan la estructura clara para implementar mecanismos en la promoción una economía y sistema financiero bajo en carbono, este proceso es llamado “Enverdecimiento del sistema financiero”. Esto está iniciando, experimentaremos trasformaciones necesarias y nos debemos comprometer con esta meta, que sin duda será el reto más grande de la humanidad.
* Las opiniones expuestas, datos, citas y posibles errores del documento son propios del autor y no representan la postura de las organizaciones en las cuales labora.