Por: Ernesto Lucena Barrero
Decano de PRIME Business School
Duele ver como día a día nos seguimos estigmatizando y polarizando por ideas, posiciones políticas, filosóficas, religiosas y no nos detenemos a pensar que esto le hace daño no solo a la integridad personal sino la integridad familiar y a la integridad de toda una sociedad que busca un mejor futuro.
En todos estos años, repasando nociones de neurociencia y neurobiología, escuchando a grandes expertos, incluso en Colombia al doctor Remberto Burgos hablar sobre la creación de cerebros éticos, me puse en la tarea de evaluar las lecturas, no solo trascendentes sobre el ser humano, sino también las más pragmáticas sobre la política, llegando hasta “El príncipe de Maquiavelo”, donde la gran conclusión sobre que el fin justifica los medios puede exaltarse día a día.
En una contienda política tan dura como la que se avecina, le pedimos a todos los candidatos de un lado y de otro, a la Presidencia y también a la corporación democrática por excelencia que es el Congreso de la República, que nos ayuden a tener confianza, que nos permitan volver a creer en las soluciones posibles a través de la compasión, el cariño y la fraternidad con los otros, que a través de sus mensajes no estigmaticen por diferencias que pueden dirimirse en debates públicos, que las redes sociales dejen de ser un mecanismo mercenario para acabar con otras personas y que una vez por todas seamos transparentes en nuestro pensamiento y en nuestro actuar.
Que no sigamos buscando sacar ventaja del otro pisoteando las ideas de los demás, que con verdades que incluso pueden llegar a ser subjetivas (no objetivas) hagamos entender a los demás que nuestra manera de pensar no tiene por qué ser un argumento para aniquilar el pensamiento o las ideas de otros. La confianza, o como lo decía en su gran libro Francis Fukuyama “Trust”, es el cimiento sobre el cual las familias, las sociedades y los Estados se construyen. Cuanta más confianza se pierde en los demás, veremos debilitado no solo el establecimiento y las personas que luchan por un cambio en el, sino también los pilares económicos. La lucha por la confianza debe ser un derrotero inmediato, debe enseñarse en los colegios y en las universidades, y debemos aprender a confiar en los demás. Debemos aceptar, como en el deporte, que para que exista alguien mejor siempre tiene que haber sana competencia. Y hoy estas palabras me inspiran para que en esa coherencia que les solicitamos y les pedimos a nuestros dirigentes (tanto en el sector público o privado), pensemos antes de hablar, actuemos antes de hablar, pero ante todo le digamos a la gente que más lo necesita que estamos allí para ellos sin ideologías, pero también sin vacilar al momento de solicitar los derechos, las libertades, pero también la garantía del orden.
Una sociedad basada en la confianza es el único futuro que le quedará a las nuevas generaciones. Si empezamos a confiar un poco más en nuestros propios actos y en los de los demás entenderemos que el valor de la democracia no está en los votos sino en la verdadera claridad y esperanza que tengamos de los demás.